La vajilla decorada sobre cubierta estannífera fue tan de uso como el resto de las especialidades cerámicas (tinajería, cantarería y ollería).
Entre la vajilla doméstica sobresalió, por su cuantía, la producción de vasijas de mesa y, dentro de ésta, la de diferentes recipientes empleados para el servicio de alimentos. No solamente en las casas particulares, sino también en hospitales, conventos y cofradías. Fue imprescindible para la cocina, servicio de mesa y preparación de la comida. El frutero era una de las piezas que se podía encontrar en una vajilla. Como su propio nombre indica, estaba destinado a la presentación de las frutas en la mesa.
Una de las series decorativas características de la segunda mitad del siglo XIX es la vegetal-geométrica de trazado rápido.
Esta decoración se caracteriza por organizarse en bandas concéntricas o varias cenefas paralelas que llenan el espacio, en ocasiones alrededor de un motivo ornamental central.
Uno de los rasgos destacables es el contraste entre pinceladas gruesas y finas, así como la monocromía en azul. Los motivos decorativos eran habitualmente vegetales -hojas y flores plumeadas, las ramas y matas con pequeñas flores o las cenefas de laureles-, geométricos -semicírculos, ondulaciones y líneas paralelas- y frecuentemente se plasmaban nombres e iniciales, aludiendo al propietario de la pieza.